Rivalidad letal by Angela Marsons

Rivalidad letal by Angela Marsons

autor:Angela Marsons [Angela Marsons]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Jentas
publicado: 2024-09-29T00:00:00+00:00


Capítulo 51

—Es Nicola Southall —dijo Bryant a quienes, de repente, habían centrado su atención en él.

—¿Era amiga tuya? —preguntó Kim.

Él negó con la cabeza.

—Nunca la conocí en persona, pero es bastante famosa.

Kim intercambió una mirada con Keats, quien, como respuesta, se encogió de hombros. Por una vez, los dos estaban en la misma categoría, con Bryant del otro lado. Para ser una persona famosa, dos tercios de ese colectivo no tenían ni idea de quién era.

—Es... Era actriz. Apareció en una de las grandes telenovelas, hace unos diez años. Ahora no estoy seguro de cuál era, pero mi señora la veía. Le encantaban los culebrones, solo que a esta mujer la detestaba.

—¿Por qué? —preguntó Kim. La melena rubia enmarcaba un rostro agradable y atractivo de piel clara y suave.

—Hacía de secuestradora. Como no podía tener hijos propios, le robaba el crío a otra. Lo recuerdo solo porque tenía que decirle a Jenny que se calmara cada vez que la veía en la pantalla. Algunos empatizan de verdad.

Kim sabía de personas que veían las telenovelas como si se tratara de hechos reales; como si la trama estuviera ocurriendo por ahí, en una calle o en una plaza de algún lugar. Nunca habría sospechado que la mujer de Bryant fuera tan susceptible a creer cosas de ese tipo.

—Tenía un argumento incendiario, jefa —dijo él, como si acabara de leer sus pensamientos—. Apuntaba a las peores pesadillas de cualquier padre. Imagina que alguien entra en tu casa y se lleva a Barney...

—Lo entiendo, Bryant; solo que no sé qué relevancia tiene aquí.

—Es cierto —dijo Keats, que estaba de acuerdo con ella por segunda vez. Kim se planteó pedirle al médico la sonda rectal para tomarle la temperatura. Era obvio que el hombre no estaba bien. Y continuó—: La misma muerte que con Katrina y Louise.

Kim ya lo sabía. Mientras Bryant hablaba, su mirada de detective había buscado heridas o lesiones evidentes antes de comprobar el ángulo del cuello.

La víctima iba vestida con vaqueros oscuros, zapatillas deportivas, camiseta morada y una gruesa rebeca de lana. A su izquierda, en el suelo, había un bolso bandolera.

Kim puso un pie al lado.

—Qué raro —dijo. Bryant siguió su mirada—. Lo normal es llevarlo cruzado —explicó.

Se imaginó a Stacey en la oficina, pasándose el bolso por la cabeza una y otra vez. Y esa era la forma lógica de llevarlo cuando uno daba un paseo por el bosque, como sugería el atuendo de la víctima. Para romperle el cuello, el asesino no había tenido ninguna necesidad de quitárselo, así que ¿qué hacía a un lado?

—¿Ya lo han fotografiado? —preguntó Kim.

Keats dijo que sí con un movimiento de cabeza.

Bryant sacó un bolígrafo y se lo tendió a su jefa. Ella lo usó para apartar la bandolera y luego tocó el suelo que había debajo. La hierba aplanada estaba seca. La lluvia había empezado sobre las once, mientras estaban en el parque Stevens, el lugar de la búsqueda, lo que significaba que Nicola Southall llevaba muerta no menos de tres horas.



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